miércoles, agosto 31, 2005

La espera

El tipo se acercó lento, al fondo veía la cara regordeta de El Calvo, biselada por las sombras, la pantalla en sus lentes. Recordó las palabras del Amarillo: tú por qué eres tan cagao? Maldito Amarillo, ya le ajustaría las cuentas…

—¿Qué tal?

El Calvo levantó la mirada un segundo, volvió por centésima
vez a intentar construir una tabla de 2×2 en Word, y frunció el ceño.

—¿Qué sería? – la voz parecía emerger de los cachetes más que de la garganta.

—Creo que puedo ayudar a que los documentos salgan en poco tiempo…

—Ah sí??? Cómo?

—Tengo una máquina lista, sólo espero los archivos…

El Calvo acercó su cara a la pantalla, arrugó la nariz y fracasó una vez más: definitivamente 2×2 era una noción que superaba sus conocimientos… se armó de toda la frustración que sentía y miró fijamente la cara del enviado.

—Yo necesito luz… estoy cansado de acumular oscuridades, su solución es inútil. Ahora nada me hará moverme de aquí, ni siquiera todos ustedes juntos al pie de mi escritorio… lárguese y dígale a su jefe que espere, si quiere. Estoy harto de su acoso.

El tipo miró el rostro de El Calvo, estúpido hasta el cansancio. Ese rostro no alcanzaría la luz ni estando a dos pasos de ella. De seguro, no sería la última vez que lo vería… si por lo menos le dieran la orden… Dio media vuelta y atravesó la oficina, tratando de dimensionar el cubo. Afuera, el Amarillo y el Negro esperaban… no hubo preguntas, no hubo explicaciones. El tipo salió y alcanzó a hilvanar: hoy tampoco.

El letrero sobre la puerta los observó arrastrar los pies fuera de allí, cada uno buscando en vano algo más que agregar a la realidad. El letrero se hacía llamar obscenamente Pagaduría.

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